El mejor regalo
Hace varios años apareció un video que se viralizó inmediatamente por la gran aceptación que tuvo entre el público. Pertenece a la fundación “Generación 2015”, movimiento especializado en promover principios y valores humanos que se divulgan por los medios digitales más frecuentes entre los jóvenes. En el video que comento se daba a conocer el resultado de una investigación sobre un grupo de jóvenes a los que se les pregunta sobre la persona más querida para cada uno. Surgen figuras tan familiares como la madre, el abuelo, el padre, la abuela, etc.
Viene a continuación una segunda pregunta: qué te gustaría regalar a esta persona tan querida para la Navidad. Como imaginan los lectores las respuestas que aparecen más frecuentes tienen que ver con regalos asociados a la publicidad y propaganda comercial: aparatos electrónicos, vestimentas, etc.
Cuando a continuación se les hace otra pregunta en la que se supone que cada encuestado ha sido agraciado con un importante premio de la lotería, los regalos ahora suben de valor. Aparecen regalos más caros, lujosos, suntuosos y hasta algo desorbitados.
Pero viene a continuación la última e inesperada pregunta: imagínate ahora que para esta persona tan querida, a la que le haces ese regalazo, esta será su última Navidad. ¿Qué le regalarías? La primera reacción de los encuestados fue silencio absoluto. Después, uno a uno, sin faltar ninguno, cambiaron sus regalos. Ahora ya no pensaron en nada de lo que habían referido antes, ahora no ofrecieron regalos materiales; ahora su respuesta fue prácticamente la misma para todos los encuestados, naturalmente con sus propias y distintas palabras: “No pienso en regalos. Solo me quedaría con él, con ella, para decirle lo mucho que la quiero; le pediría perdón; le expresaría mi amor”. De este cariz fueron las respuestas de los jóvenes.
Esta investigación psicológica y social nos lleva a hacernos una pregunta lógica: ¿por qué tienen que llevarnos a una hipotética situación límite para que digamos a las personas queridas que las queremos? ¿por qué una expresión sincera de amor, cariño, amistad, no la activamos todos los días? Algo nos pasa, algo se nos ha olvidado, algo no funciona bien cuando gestos así, de expresión de cariño normal con nuestros seres queridos, no nos brotan con frecuencia de manera espontánea.
El mejor regalo que podemos ofrecer al ser amado es hacerle ver que está en nuestro corazón todos los días, que nuestro sentimiento hacia él/ella es sincero y verdadero y que por eso se lo hacemos saber con frecuencia. ¿No creen Ustedes que a todos nos iría mejor, que a todos nos sonreiría mejor la vida si estos gestos tan sencillos y amorosos los practicáramos con más frecuencia?
En medio de tantas dificultades que todos los días nos golpean, en medio de tantos rigores y malos ratos que nos abruman, en medio de tantas malas noticias que nos invaden a cada rato, el hecho de sabernos amados, queridos y respetados por esa persona que nos es tan importante y cercana, sería un bálsamo que aliviaría nuestra existencia.
Hemos de construir entre todos esa cosa tan importante que el Papa Francisco llama “la cultura del cuidado”. Consiste en crear un ambiente general en el que todos vamos desarrollando la toma de conciencia de que el cuidado es una necesidad de la que no podemos prescindir de ninguna manera. Esa toma de conciencia empieza con el autocuidado: cuidar de uno mismo porque sé que si me cuido a mí mismo, también te estoy cuidando a ti. Por eso nos apoyamos unos a otros para darnos cuenta de lo importante que es cumplir cuidadosamente las normas que nos impone la autoridad sanitaria en temas de salud pública: uso de mascarilla, lavado de manos, evitar aglomeraciones, etc.
Del autocuidado pasamos al cuidado por el otro: porque me interesas, porque te quiero, porque soy feliz al verte sanito/a y feliz de la vida. Y, por supuesto, esta toma de conciencia para construir la cultura del cuidado continúa en el cuidado de la naturaleza, de la casa común. Por eso no contamino, me preocupo del aseo público, no boto ni un papel a la calle. ¿Todo por qué? Porque deseo hacerte el mejor de todos los regalos: decirte que tú eres importante para mí y que te quiero.
José Luís Ysern de Arce
Psicólogo