El ocaso de la democracia y la seducción del autoritarismo
Si la cosa sigue igual, las constantes contradicciones de quienes están encabezando el proceso constituyente podrían terminar por desprestigiarlo.
El título de esta columna no es mío, sino del último libro de Anne Applebaum, destacada periodista y Premio Pulitzer (2019) por su penúltima publicación “Hambruna Roja” (exhaustiva y escalofriante investigación que describe la crudeza de Stalin para literalmente matar de hambre a los ucranianos hacia 1933, acabando con casi 4 millones de personas). Con una pluma tan ágil como inteligente, la norteamericana posee un ángulo privilegiado para describir no sólo hechos del pasado, sino también del acontecer político actual, ya que su vida transcurre entre Londres, Washington y Polonia.
Applebaum sabe de lo que habla, obteniendo reconocimiento en altos círculos de la academia y la política por la seriedad de sus análisis, pero, a la vez, por haberse transformado en una figura incómoda e impopular para varios protagonistas de la escena mundial por todas las veces que los ha cuestionado y sacado a la luz sus incoherencias. Es por esto que su obra más reciente debe estar sacándole roncha a más de algún miembro de la élite política internacional, ya que sin espacio para dobles lecturas va revelando capítulo por capítulo cómo se desarrolla hoy el autoritarismo; fenómeno nada nuevo como régimen de gobierno, pero que actualmente recoge otro tipo de elementos para ir socavando a la democracia. Primero de manera soft, casi imperceptible, para lograr enraizarse y luego dejar caer todo su peso sobre instituciones que fueron debilitadas ex professo con el fin de vaciar los liderazgos. Por lo tanto, para los interesados en decodificar la variada sintomatología del autoritarismo actual, este libro es para usted. Sobre todo ahora que nos hemos embarcado en redactar una nueva Constitución que, hasta el momento, no despega bien, en parte por algunos de los motivos que la autora describe muy bien en menos de 200 páginas.
Para no hacer un spoiler del libro de Applebaum, sólo adelanto que en el transcurso de las primeras tres semanas de la Convención se asoman rasgos de autoritarismo que atrae sólo a quienes se imponen por la fuerza (gracias a que son mayoría), nada más. Es así como oponerse a todo para tomar decisiones unilaterales por sobre negociar ha marcado las acciones de varios convencionales cuyo comportamiento refleja, además, una baja tolerancia a las complejidades de la democracia, como es el debate de ideas.
Es que el autoritarismo (de ayer y de hoy) es así, unilateral, antipluralista y demagógico. En él, el control lo ejerce un grupo reducido que busca por sobre todo la lealtad y no las competencias o capacidades de quienes los rodean, ya que podrían interferir su poder. La gran diferencia, eso sí, es la manipulación de las RRSS que, además, generan adicción, para que, en pocas palabras (caracteres) y por medio de imágenes, más la “magia” de los algoritmos, las personas vayan configurando un mundo que pareciera ser tan real como el que experimentan en carne y hueso.
No obstante, de tanto va el cántaro al agua… si la cosa sigue igual, las constantes contradicciones de quienes están encabezando el proceso podrían terminar por desprestigiarlo, traspasándole las consecuencias negativas a una ciudadanía que ya ha comenzado a sospechar que sus impuestos no están exactamente financiando un trabajo constitucional, sino más bien, el activismo político de un sector que, hasta el momento, ha rehuido cualquier debate serio.
Anne Applebaum provee una mirada realista y experta sobre las distorsiones de los países (y ciudadanos) que padecen autoritarismo. Debido a la atracción que este tipo de poder ejerce sobre quienes mantienen el control, una vez instaurado es muy difícil de revertir, por lo que reconocer sus síntomas, a través de estudios como el de Applebaum, es un primer paso para prevenir, sin tener que curar, un régimen político contagioso que enferma los cimientos de la democracia.
Paula Schmidt
Periodista y Licenciada en Historia