• noviembre 21, 2024
 La zona roja del estrés: cuando llegamos al límite

La zona roja del estrés: cuando llegamos al límite

La zona roja del estrés delimita una barrera mental que no es conveniente sobrepasar. Es ese horizonte en el que nuestra sensación de control se desvanece, nuestros recursos cognitivos se deshilachan dando paso a los problemas de atención, memoria, reflexión… El mundo adquiere entonces una tonalidad amenazante promovida por unas emociones adversas que alimentan el malestar constante.

Todos hemos experimentado estrés en numerosas ocasiones. Algo que debemos tener claro en primer lugar es que sentirlo, sufrirlo y pasar épocas determinados por su presencia es algo perfectamente normal.

El estrés es, al fin y al cabo, una reacción psicológica y física habitual ante estímulos de gran intensidad, ya sean negativos o incluso positivos. A veces, hasta algo que nos genera una gran ilusión lo acabamos viviendo con ciertas dosis de estrés.

Ahora bien, el problema llega cuando esa situación se vuelve persistente. Nuestro organismo, nuestro cerebro, no está preparado para «cohabitar» con esa activación psicofisiológica de manera permanente. Es más, la mayoría de nosotros desconocemos el impacto que tiene sobre la persona, cómo nos cambia y cómo altera desde el rendimiento, el estado de ánimo o la salud.

William James dijo una vez que el mejor remedio para el estrés es saber elegir bien nuestros pensamientos. Sin embargo, sabemos que esto no siempre es tan fácil. No cuando nuestra mente ha llegado a esa zona roja en la que cuesta mucho tener el control sobre la mente. El cerebro se ha habituado ya un tipo de patrón mental dominado en exclusiva por unas emociones del color del miedo y de la angustia constante.

La zona roja del estrés, cuando la mente actúa como nuestra peor enemiga

La zona roja del estrés define un estado en que acabamos respondiendo por debajo de nuestra inteligencia. Es decir, es llegar a un nivel en que no actuamos, reaccionamos. Se trata de un estado en el cual, no razonamos de manera lógica sino que casi sin darnos cuenta, nos dejamos llevar por las emociones más adversas. Todo ello, como podemos suponer, tiene un riesgo y un coste inmenso.

¿Significa esto que cada vez que uno sufra estrés actuará de este modo? La respuesta es no. Insistimos, se llega a la zona roja del estrés cuando esta dimensión se vuelve crónica; cuando pasamos meses o años sufriendo sus efectos sin gestionarlo. Esto se puede ver por término medio, en personas que llevan mucho tiempo sumidos en un trabajo muy demandante o bajo situaciones de mobbing.

Niños y adolescentes que padecen bullying también pueden llegar a estos extremos, al igual que cualquiera de nosotros en que, por las circunstancias que sean, acabamos experimentando esta realidad psicológica de manera constante. Así, algo que conviene recordar y tener presente es que bajo circunstancias de estrés constante, el cerebro cambia. Y lo hace del siguiente modo.

En la zona roja del estrés, el cerebro deja de recibir el aporte energético que necesita

El cerebro consume cerca del 20 % de nuestros recursos energéticos. Necesita un aporte de flujo sanguíneo, glucosa y otros nutrientes de manera constante. De hecho, en relación a otros órganos es, con diferencia, el que más consume. Ahora bien, hay un dato que puede sorprendernos. En situaciones de estrés elevado se reduce el aporte de energía al cerebro. 

¿La razón? Hay otras partes de nuestro cuerpo que se priorizan, como por ejemplo, los músculos. Ellos necesitan mayor energía para ayudarnos a escapar o a defendernos. Recordemos que el estrés activa estas respuestas y por tanto, la distribución de nutrientes, de flujo sanguíneo y de oxígeno varía por completo en estas situaciones.

Lo más importante no es pensar ni razonar, es escapar, actuar por instinto.

El estrés crónico e intenso no quiere que pienses, quiere que reacciones

Señalábamos anteriormente, que el aporte en este estado se distribuye de diferente manera. Uno de esos efectos es el siguiente: en la zona roja del estrés se deja de dar prioridad a la corteza prefrontal; el aporte energético que recibe en estas situaciones es menor. Algo así se traduce en lo siguiente:

  • Fallos cognitivos: dejas de pensar con claridad, te cuesta tomar decisiones, concentrarte, recordar datos, reflexionar…
  • Visión de túnel. Empiezas a centrarse solo en lo negativo, ves solo los problemas y eres incapaz de pensar en soluciones. Todo son amenazas, inquietudes, miedos, desconfianzas…
  • El laberinto de las emociones. En la zona roja del estrés emociones, como el miedo, la tristeza, la angustia o la indefensión son la pauta y esa constante en nuestra mente.

El estrés crónico y la depresión: el cerebro sin defensas

De sobrepasar la zona roja del estrés y quedarnos en este escenario durante mucho tiempo caeremos en un estado de indefensión. No solo nuestra salud física se verá afectada: agotamiento, taquicardias, problemas digestivos, cefaleas… Algo que nos señalan en estudios, como los llevados en la Universidad de Montreal por la doctora Sonya Lupien, es que es común sufrir un trastorno depresivo.

Según este trabajo publicado en la revista Nature Neuroscienceesa exposición continua en el cerebro a los glucocorticoides asociados a la respuesta de estrés se relaciona con la depresión. Es un tema de relevancia y que deberíamos tener muy presente.

Ante estos datos solo nos queda entender un hecho. Todos podemos sufrir estrés, sentirlo, experimentarlo durante una época puntual y limitada en el tiempo, es por tanto algo normal.

Ahora bien, debemos aplicar estrategias para manejar ese estrés cotidiano, esas preocupaciones puntuales del día a día, ese malestar que hoy me quita la calma. En caso de dejarlo pasar y no actuar, ese ovillo se hará más grande, inalcanzable a veces.

Cruzar la zona roja del estrés es más fácil de lo que podamos pensar. Y más en tiempos difíciles. Tengámoslo en cuenta.

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